Por Guillermo Farit Padilla
8 de octubre de 2025
La escalada militar de Estados Unidos en el Caribe y el anuncio de una «Fase 2» terrestre han reavivado el debate sobre la posibilidad de un cambio de régimen en Venezuela. Sin embargo, un análisis riguroso de todas las variables en juego sugiere un escenario más complejo que el simple binario de intervención o status quo.
La posición oficial de Trump: una ambigüedad calculada
El presidente Donald Trump ha enviado señales contradictorias. Públicamente ha negado que su objetivo sea el cambio de régimen. «No estamos hablando de eso», declaró a reporteros en septiembre. Sin embargo, las acciones de su administración cuentan una historia diferente.
El 2 de octubre, Trump notificó formalmente al Congreso que Estados Unidos está en un «conflicto armado no internacional» con los cárteles de drogas, designados como organizaciones terroristas. Esta declaración proporciona el marco legal para operaciones militares que tradicionalmente requerirían acción policial, no militar.
Además, la recompensa por la captura de Nicolás Maduro se duplicó a 50 millones de dólares en agosto. NBC News reportó, citando cuatro fuentes familiarizadas con la planificación, que el Pentágono está preparando opciones para ataques con drones contra liderazgos de grupos de narcotráfico y laboratorios dentro de territorio venezolano, operaciones que podrían iniciarse «en cuestión de semanas».
El dilema estratégico: narcotráfico vs. geopolítica
Analistas internacionales coinciden en un punto crucial: la estrategia de Trump responde primariamente a la crisis de opioides en Estados Unidos, no a consideraciones puramente geopolíticas sobre Venezuela. La interceptación en origen se considera más efectiva que el control fronterario interno.
Sin embargo, aquí surge una paradoja operativa: ¿cómo se bombardean «selectivamente» objetivos de narcotráfico en un país donde, según múltiples investigaciones, la estructura estatal misma está profundamente involucrada en estas actividades?
El «Cartel de los Soles», presuntamente liderado por altos oficiales militares venezolanos y con vínculos directos con el gobierno de Maduro, no es una organización independiente del Estado venezolano. Es, en muchos aspectos, una extensión del mismo. Atacar sus operaciones inevitablemente significa atacar infraestructura y personal vinculado al régimen.
La variable económica: un régimen al borde del colapso
Venezuela enfrenta una crisis económica devastadora. La inflación alcanzó 172% en abril de 2025, según datos del Observatorio Venezolano de Finanzas. El salario mínimo equivale aproximadamente a un dólar mensual, complementado de manera irregular con bonos gubernamentales que oscilan entre 30 y 40 dólares.
Esta situación genera un escenario paradójico: el régimen está económicamente más débil que nunca, pero las presiones externas podrían, contraintuitivamente, fortalecer su narrativa de «asedio imperialista» y consolidar su base de apoyo más férrea.
La historia reciente muestra que los regímenes autoritarios pueden sobrevivir décadas bajo condiciones económicas catastróficas (Cuba, Corea del Norte) cuando logran construir una narrativa de resistencia antiimperialista creíble.
El factor militar: de interdicción naval a fuerza de invasión
El despliegue estadounidense en el Caribe ha cruzado un umbral crítico. Según reportó The New York Times el 8 de octubre, el Pentágono ha desplegado 10,000 tropas estadounidenses en la región, la mayoría en bases de Puerto Rico, según confirmó un alto funcionario militar estadounidense.
La composición de esta fuerza revela intenciones que van mucho más allá de la interdicción de narcotráfico:
- Aproximadamente 4,500 marineros y Marines a bordo de ocho buques de superficie y un submarino
- Alrededor de 5,500 tropas en Puerto Rico, incluyendo:
- Tripulaciones de cazas F-35
- Operadores de drones MQ-9 Reaper
- Personal de inteligencia y transporte
- Personal de mantenimiento, logística y apoyo
Esta no es una operación de patrullaje. Es un despliegue con capacidades de ataque terrestre completas. Los F-35 son aeronaves de quinta generación diseñadas para operaciones de penetración en territorio enemigo. Los MQ-9 Reaper son drones de combate armados con misiles Hellfire, ideales para strikes selectivos.
El crecimiento principal ha sido en Puerto Rico, que se ha convertido en una plataforma de lanzamiento a solo 1,100 kilómetros de Caracas. Esto sugiere que el Pentágono está preparándose para operaciones mucho más expansivas, «incluyendo quizás en Venezuela misma», según señaló el NYT.
Han destruido al menos cuatro embarcaciones desde principios de septiembre, resultando en al menos 21 muertes confirmadas. Trump afirma que eran narcotraficantes, pero no ha proporcionado evidencia pública ni base legal clara para estos ataques contra civiles.
El ajedrez geopolítico: China y Rusia entran en escena
China ha expresado públicamente su respaldo a Maduro. El presidente Xi Jinping declaró en mayo que China «firmemente apoyará a Venezuela en la defensa de su soberanía, dignidad nacional y estabilidad social». Beijing tiene razones pragmáticas: Venezuela le debe aproximadamente 62.5 mil millones de dólares en préstamos.
Sin embargo, fuentes diplomáticas sugieren que el apoyo chino tiene límites. China ha abierto canales de comunicación con la oposición venezolana, señalando que su lealtad depende de la capacidad de Caracas para honrar sus deudas.
Rusia, por su parte, mantiene una posición de respaldo retórico, pero su capacidad de proyección militar está seriamente comprometida por la guerra en Ucrania. El apoyo ruso es más simbólico que sustantivo.
El cierre definitivo del diálogo: un punto de no retorno
El 2 de octubre de 2025, Donald Trump ordenó a Richard Grenell, enviado especial presidencial, que cesara todo esfuerzo diplomático con Maduro y su gobierno, según reportaron funcionarios estadounidenses a The New York Times.
Grenell había sido el principal negociador de la administración Trump con Maduro en temas que incluían la liberación de prisioneros estadounidenses, la aceptación de vuelos de deportación, y potenciales acuerdos energéticos y de minerales.
Esta decisión representa la victoria de la línea dura promovida por Marco Rubio (Secretario de Estado y asesor de seguridad nacional), John Ratcliffe (director de la CIA) y Stephen Miller (asesor principal de política doméstica). Rubio considera a Maduro un «líder ilegítimo» y un fugitivo de una acusación del Departamento de Justicia de 2020 por tráfico de drogas.
Qatar ha intentado actuar como mediador, ofreciéndose a mantener canales de comunicación abiertos, pero «no han conseguido mucha tracción con la administración Trump», según Juan González, ex director de Asuntos del Hemisferio Occidental del Consejo de Seguridad Nacional bajo Biden.
El cierre del canal diplomático no es una pausa táctica. Es una declaración estratégica: Estados Unidos ha concluido que no hay solución negociada posible con Maduro en el poder. Trump no ha dicho públicamente que busca destituir a Maduro, pero sus acciones hablan más alto que sus palabras.
Escenarios posibles
Escenario 1: Strikes terrestres limitados y sostenidos
Estados Unidos ejecuta ataques selectivos con drones F-35 y MQ-9 Reaper contra objetivos específicos vinculados al narcotráfico dentro de territorio venezolano. Los objetivos incluyen liderazgos de grupos criminales y laboratorios de procesamiento. El régimen de Maduro denuncia la «agresión imperialista» pero no tiene capacidad de respuesta militar efectiva contra cazas de quinta generación.
Ventajas: Cumple el objetivo declarado (combatir el narcotráfico) con capacidades aéreas superiores que minimizan riesgo de bajas estadounidenses.
Desventajas: No resuelve la crisis venezolana estructural. Radicaliza al régimen. Genera presión internacional contra Estados Unidos por violación de soberanía.
Escenario 2: Escalada que desencadena colapso interno
Los strikes terrestres combinados con el colapso económico, el cierre del diálogo y la presencia de 10,000 tropas estadounidenses en Puerto Rico generan tal presión que fracturan al régimen desde adentro. Sectores militares clave, enfrentados a ataques aéreos sostenidos sin capacidad de defensa efectiva y sin posibilidad de negociación, calculan que sus vidas y fortunas personales están en riesgo. Deciden abandonar a Maduro. El régimen colapsa.
Ventajas: El cambio tiene legitimidad aparente de ser «interno». Estados Unidos no aparece como invasor directo con botas en el terreno. Se evita una ocupación prolongada estilo Irak.
Desventajas: Alta impredecibilidad durante la transición. Posible vacío de poder. Potencial para violencia entre facciones militares. Riesgo de que grupos criminales llenen el vacío.
Escenario 3: Status quo bajo fuego
Maduro absorbe los ataques estadounidenses, los convierte en narrativa de resistencia antiimperialista, y logra mantener cohesión interna suficiente para sobrevivir. El régimen continúa, debilitado pero no colapsado.
Ventajas: Para Maduro, evita su caída y potencialmente fortalece su base más férrea.
Desventajas: Venezuela permanece en crisis perpetua, el flujo migratorio continúa, el problema del narcotráfico persiste.
Escenario 4: Intervención terrestre de escala media
Estados Unidos concluye que los strikes aéreos son insuficientes para desarticular las redes de narcotráfico y decide desplegar fuerzas terrestres para operaciones de «búsqueda y captura» de liderazgos criminales clave. Utiliza las 10,000 tropas ya posicionadas en Puerto Rico para incursiones de fuerzas especiales dentro de Venezuela.
Esto no sería una invasión convencional de ocupación, sino operaciones estilo «Operación Causa Justa» en Panamá (1989) o la captura de bin Laden en Pakistán (2011): rápidas, focalizadas, con extracción inmediata.
Ventajas: Mayor efectividad que strikes aéreos para capturar o eliminar objetivos de alto valor. Envía mensaje contundente a otros grupos criminales. Potencialmente fuerza fracturas en el régimen.
Desventajas: Alto riesgo de bajas estadounidenses. Violación masiva de soberanía. Crisis diplomática con aliados latinoamericanos. Potencial respuesta militar venezolana aunque asimétrica. Si fracasa la extracción rápida, puede convertirse en ocupación accidental.
Conclusión: 10,000 tropas no son para observar
La pregunta «¿habrá cambio de régimen en Venezuela?» adquiere nueva urgencia con la revelación del New York Times sobre el despliegue de 10,000 tropas estadounidenses. Esta no es una fuerza de interdicción naval. Es una fuerza capaz de proyección terrestre.
Combinado con el cierre del canal diplomático ordenado por Trump, el mensaje es inequívoco: Estados Unidos ha decidido que Maduro debe irse y ha eliminado tanto la opción diplomática como cualquier ambigüedad sobre su voluntad de usar fuerza militar para lograrlo.
¿Habrá cambio de régimen? Ya no es una pregunta de «si» sino de «cuándo» y «cómo». Las probabilidades han cambiado dramáticamente:
El escenario más probable (45%) es que Estados Unidos ejecute strikes terrestres sostenidos con F-35 y drones Reaper contra objetivos vinculados al narcotráfico. Esto mantiene la narrativa de «guerra contra las drogas» mientras degrada capacidades del régimen.
El segundo escenario más probable (35%) es que esta presión militar, económica y diplomática fracture al régimen desde adentro. Los militares venezolanos enfrentan una ecuación simple: defender a Maduro significa ser objetivo de F-35 estadounidenses contra los cuales no tienen defensa efectiva. Abandonar a Maduro significa sobrevivir y potencialmente negociar su futuro con una nueva administración.
Un tercer escenario emergente (15%) es que Trump autorice operaciones terrestres de escala media: incursiones de fuerzas especiales para capturar o eliminar liderazgos criminales de alto valor. Las 10,000 tropas en Puerto Rico hacen esto operacionalmente viable. Sería una repetición del modelo Panamá 1989: rápido, enfocado, con narrativa de «captura de narcotraficantes», no de invasión.
Lo crucial es entender que el despliegue de 10,000 tropas no es defensivo ni simbólico. Es ofensivo y operacional. No se despliegan cazas F-35, drones armados y 5,500 soldados en Puerto Rico para observar. Se despliegan para usarlos.
Trump ha eliminado deliberadamente la opción de salida negociada mientras simultáneamente posiciona la capacidad militar para operaciones dentro de Venezuela. Esto sugiere una estrategia de dos fases:
Fase uno (actual): Presión máxima para provocar colapso interno del régimen. Si los militares venezolanos destituyen a Maduro, Trump logra cambio de régimen sin costos políticos de invasión.
Fase dos (contingencia): Si el régimen no colapsa internamente, Estados Unidos tiene la capacidad preposicionada para operaciones terrestres de escala media sin necesidad de nuevo despliegue.
Esta es una apuesta calculada de alto riesgo. Trump está confiando en que la amenaza creíble de fuerza (respaldada por capacidad real demostrada) será suficiente para fracturar al régimen sin necesidad de usar la totalidad de esa fuerza.
Pero al eliminar el diálogo y preposicionar 10,000 tropas, también se ha colocado en una posición donde retroceder sería interpretado como debilidad. Ha creado una dinámica de escalada casi inevitable.
Venezuela está en un punto de inflexión histórico. El régimen de Maduro enfrenta la amenaza militar más seria desde su llegada al poder. Estados Unidos ha posicionado no solo la retórica, sino la capacidad operacional real para intervenir.
Las próximas semanas determinarán si los militares venezolanos prefieren sobrevivir abandonando a Maduro, o si Trump tendrá que decidir si usar las 10,000 tropas que ya desplegó.
Lo que es indiscutible: esas tropas no están en Puerto Rico para decoración. Están ahí porque Estados Unidos está preparado para usarlas.


