Guillo opina | Ni Liberté, ni égalité, ni fraternité

El lema de la Revolución Francesa fue: ‘Liberté, égalité, fraternité’, pero hoy no hay ni libertad, ni igualdad ni fraternidad.

Pienso que la mayoría de revoluciones tienen principios nobles, pero todas son utópicas y terminan ocasionando un daño peor.

Por lo general, detrás de una revolución hay uno o varios soñadores. El propósito de las revoluciones es cambiar el mundo, el statu quo o el establecimiento, pero resulta que el mundo es ingobernable, incambiable, rebelde e intransigente. Es caos.

Un idealista cree que el bien siempre triunfa.

Un realista sabe que no siempre el bien triunfa, sino que triunfan los más fuertes.

Admiro a Camus. Concuerdo con él en que la vida es absurda. Pero él, como muchos, pecaba de idealista.

Orwell y su crudeza reflejada en sus novelas políticas, proyectaba mejor la realidad de este mundo contemporáneo donde nos dicen que somos libres, pero realmente no lo somos. Estamos atrapados en una especie de ‘1984’ y no nos hemos dado cuenta.

La historia de la humanidad está cargada de relatos donde los más fuertes conquistan a los más débiles. Así ha sido siempre. Lo correcto sería que nadie conquiste a nadie, sino que haya igualdad de condiciones para todos. Eso es lo ideal, pero lo real es que el mundo y la vida son así de crueles.

Este es un mundo desigual.

Así como es absurdo que haya hombres que miden más de 2 metros de altura, mientras que otros midan, si acaso, algunos centímetros.

Igualmente de absurdo es que haya un hombre que tenga tanta riqueza, mientras otros tantos pobres desgraciados deban hasta su vida.

Como fue igual de absurdo que durante siglos, hubiera hombres blancos que esclavizaran a hombres negros y los consideraran seres inferiores, e incluso, seres sin alma.

Y ojo, no soy comunista. Quizás pesimista. El rico seguirá siendo rico y el pobre seguirá siendo pobre.

No me quejo. No es un reclamo. No estoy proponiendo una revolución para que los pobres y oprimidos dejen de serlo. Sólo expongo la realidad.

La vida y sus aristas son la máxima expresión de desigualdad.

Tan desigual como el reino animal, donde el león es más fuerte que la cebra; y por eso la acecha, la caza y se la devora para poder sobrevivir. Es instinto de supervivencia, dice la biología.

Así somos los seres humanos. Por ‘instinto’ somos salvajes, depredadores, malvados y desalmados.

No creo que el hombre nazca bueno y la sociedad lo corrompa. Todo lo contrario, nacemos malos, pero la sociedad y sus normas son las que nos controlan, pero aún así, el caos danza sobre la realidad, mientras se burla de la utopía de quien sueña con un mundo mejor.

El mundo nunca será mejor o peor. Será como deba ser. Y nadie ni nada podrá frenar al mundo y sus mierdas.

Lo único realista, en todo caso, es mirar hacia adentro, hacia el mundo interior. Es el único mundo que sí se puede cambiar y hacer de él un lugar mejor.

La vida y el mundo son absurdos, pero quizás es una buena razón para que cada quien aprenda a darle sentido a su propia vida.

Allí, seguramente, podremos hallar la liberté, la égalité y la fraternité.

Guillo @codiguillos

Comparte este artículo

Te puede interesar

Guillo opina | Morir

Desde los diecisiete años dejé de ir al Salón del Reino de los Testigos de Jehová. Cuando cumplí cuatro años, mis padres se convirtieron, así

Leer más »