Guillo opina | El amor

¿Qué es el amor?

No existe una definición única que encierre todo lo que significa el amor. Porque el amor tiene demasiadas formas, y a veces, demasiadas heridas. El amor se busca, se encuentra, se hace. A veces se rompe y otras veces huye.

Amo a mis padres, pero no del mismo modo en que amo a mis amigos. Amo a mis amigos, pero no hago el amor con ellos. Hay muchos tipos de amor: el de familia, el de pareja, el de los amigos… y el amor propio, ese que muchas veces se olvida regar.

Desde que tengo memoria, he vivido enamorado. Soy un enamorado empedernido. Me enamoré por primera vez a los cuatro años, y desde los seis veía telenovelas a escondidas. Me fascinaban sus dramas, sus besos, sus dolores, sus finales felices.

Aquellas historias me motivaban a usar los cuadernos del colegio para escribir historias de amor.

Soñaba con ser escritor. Con escribir amores imposibles, de esos que duelen bonito.

Pero claro… los prejuicios. Una vez mi papá me pilló viendo telenovelas. Me regañó. Me dijo que eso era para mujeres. Y me escondió el televisor. Ese era mi castigo: no poder ver amor.

¡Estúpida ideología de género!
¿Quién dijo que los hombres no tenemos derecho a sentir debilidad por el amor?

Por eso entré a estudiar periodismo, porque quería escribir.

El primer día de clases nos tocó presentarnos. Yo, con un gallo en la garganta, dije que elegí estudiar comunicación porque quería ser escritor.

En aquellos años mi mundo era rosa. Pero la universidad fue mi primer campo de batalla: de cada persona que me enamoré, recibí rechazo. El rechazo se volvió costumbre, y entonces comencé a sospechar que lo mío no era el amor.

Por amor, cambié de país. Lo hice por alguien que conocí en una app de citas, con quien hablaba horas enteras. Pero pasó lo de siempre: nada cuajó. Ni cambiando de país encontré lo que buscaba.

Hasta que conocí a una persona que causó un terremoto en mí. Si me hubiese pedido conocer a Dios, habría ido al cielo, lo habría tomado de la mano, lo habría traído a la tierra y se lo habría puesto enfrente. Así de intenso era lo que sentía.

Pero esa persona me daba alas… y luego me las quitaba. Me daba atención… y luego me ignoraba.

Dolió. Mucho.

Fue mi último despecho. El último de muchos. Con ese amor imposible y platónico, murió también el niño que escribía novelas rosas. Desde entonces, todo lo que escribo me sale monocromático. Cada página gris, cada letra negra.

No hay forma de evitarlo: el amor duele. Y para evitar ese dolor, creo que evito personas que se me acercan con intenciones románticas, aunque vengan preñadas de buenas intenciones.

A veces pienso que mi papá tenía razón al esconderme la televisión. El mundo ha cambiado. Ya nadie ve telenovelas. Las llaman cursis. La gente no se enamora. Los matrimonios se deshacen, los compromisos se diluyen.

Ahora lo normal es vivir solo, adoptar un gato, tener amigos.
Y el sexo… tan efímero como un reel de Instagram. Llega uno y ya estás haciendo scroll para pasar al siguiente.

Ahora estamos en el mundo de la inmediatez, y por culpa de esa inmediatez, una película de dos horas se siente eterna. Porque en esas mismas dos horas se pueden ver decenas de reels.

¡Ah! Y el puto narcisismo que está de moda.

Esos gurús que hablan en redes diciendo que nada como estar solo, que tener pareja está sobrevalorado y que lo mejor es una vida sin pareja.

Aunque esos estúpidos pueden tener algo de razón, el amor propio no es igual al amor que puedes recibir de otra persona. No es lo mismo. Me niego a creer que es lo mismo.

No es lo mismo amar a tu mamá, a tu tía, a tus amigos, a tu papá, amarte a ti mismo, que amar a alguien o que alguien te ame. Hay diferentes tipos de amor, y para mí, el amor romántico es totalmente distinto al amor propio. Es mentira que el amor propio puede suplantar al amor que alguien te puede dar de forma honesta.

Pero así vamos por esta vida moderna. Creyendo que podemos hacerlo todo solos, incluso amarnos a nosotros mismos. Por su puesto que hay que amarse a sí mismos, pero nunca será el mismo amor.

Y qué vergüenza ser tan insistente.

Pero en fin, no me quejo. No es un reclamo. Solo lo veo y lo nombro. Ya no quiero luchar contra el mundo. El mundo será como quiera ser, aunque a veces den ganas de no plegarse a sus caprichos absurdos.

Al final, no sé para qué escribo esto, si total… yo también tengo una vida solitaria, así como la que recomiendan esos gurús de Instagram. Si llega ese amor, bien. Si no llega, igual pienso que, si llego a viejo, un asilo privado con viejos solterones y narcisistas no sería un mal plan.

Amanecerá y veremos.

—Guillo
@codiguillos

Comparte este artículo

Te puede interesar

Guillo opina | Morir

Desde los diecisiete años dejé de ir al Salón del Reino de los Testigos de Jehová. Cuando cumplí cuatro años, mis padres se convirtieron, así

Leer más »